domingo, 13 de abril de 2014

TRIO DE TERNURA



Teníamos visita, y se quedó a dormir.

Juro que no estaba planeado, juro que no se forzó la situación, pero de pronto estábamos los tres en la misma cama. Con esa pereza mañanera de haber dormido poco y mal comenzamos a hablar de cosas variadas. Llegaron las confesiones,…y las manos empezaron a investigar por debajo de las sábanas. Una confidencia,.... una caricia, un secretito,... me quito la camiseta, otra caricia,... cada vez menos ropa, unas risas,... un beso,….

Se destapó el frasco de la ternura y lo inundó todo, lo compartimos todo. Fue juego limpio, nadie sufrió, no hubo daños colaterales, nadie fue engañado, nadie le quitó nada a nadie y todos nos llevamos algo hermoso del otro. El tiempo dio de sí lo suficiente como para que todos ocupásemos el centro de la cama, sin duda un lugar privilegiado para los sentidos. Digamos que nuestras manos pudieron satisfacer su curiosidad sin poner limitaciones, que nos mantuvimos en el terreno de lo sensual, de las caricias de primera calidad, nos obligamos a disfrutar el viaje sin pensar para nada en la llegada, porque de hecho no estaba claro que tuviera que haber una llegada.

La que sí llegó fue la despedida, con aromas de euforia y de nostalgia futura.

Días después hablamos de ello.

Alguien manifestaba su sorpresa por haberlo vivido de una manera natural y espontánea, por no haber tenido sentimientos encontrados, por haber reaccionado de una manera tan relajada y positiva ante una situación a la que nunca hubiera llegado si deliberadamente se le hubiera hecho semejante propuesta. Todos estábamos de acuerdo en que había sido agradable, tierno y muy entrañable.

No es un relato de ficción, ocurrió hace unos días en nuestra casa.


Esto no es un canto al amor libre, ni a la promiscuidad. Hay experiencias “no habituales” que cuando se viven con la suficiente madurez pueden ser muy enriquecedoras. Estoy agradecido por este trío de ternura y me reafirmo en la teoría de que hay otras formas de amar.


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