Imaginemos a un hombre y una mujer
frente a frente, mirándose. Acaban de
conocerse y están participando en un juego que consiste en que uno
puede pedirle al otro lo que quiera, cualquier cosa que sea posible
en las circunstancias en que ellos se encuentran. No es seguro que
lo que pidan les vaya a ser concedido, al menos no todo. Imaginemos
también que ninguno de los dos va a interpretar ninguna de las
peticiones que les sean hechas como algo obsceno u ofensivo, y que
ambos pueden decir “no” siempre que quieran. Tampoco
ninguno de los dos se molestará si su petición es recibida con una
negativa. Hay unas reglas pactadas de antemano y ambos las aceptan.
¡Pide lo que quieras!,
quizá te lo conceda…
Este fue uno de los juegos de nuestro
encuentro del 17 de octubre pasado en Palencia.
La frase “no sé qué
pedirte” tuvo cierto protagonismo.
¿Miedo, vergüenza, falta de ideas…?
Es posible….
Aunque en nuestros encuentros estamos
tratando de despenalizar ciertos “comportamientos” sexuales,
no está totalmente erradicada la tendencia a organizar las
opciones eróticas en “razonables”, ”normales”, “legales”,
por un lado….y “obscenas”, “demasiado atrevidas”,
“ilegales”, o “sospechosas” , por otro.
Decir “sí” a cierto tipo de
propuestas, o pedir ciertas cosas, puede acarrearnos sentimientos
como infidelidad, traición, remordimiento, miedo,… Incluso aunque
haya un deseo claro de aceptar lo que nos piden, o de pedir lo que
nos apetece, está el miedo a tener después mala conciencia. Por
no hablar de los celos, cuyo fantasma anda siempre vigilante. La
policía y los jueces que se han ido infiltrando en nuestra cabecita
no descansan nunca. Aunque nuestro cónyuge esté participando del
mismo juego, en la misma sala, y no esté preocupado por lo que
hacemos, podemos sentirnos observados, juzgados,… Puede que hayamos
perdido la capacidad de distinguir lo que es “ético” de lo que
nos han dicho que “está bien”, y nos puede el remordimiento, la
vergüenza, … Aún en el caso de que las dos personas que están
frente a frente hayan decidido libremente participar en ese juego, no
es fácil librarse de los condicionamientos. Tengamos en cuenta que
mirar a los ojos a una persona que acabamos de conocer y pedirle
que nos dé besos por todo el cuerpo (por ejemplo) no es lo
habitual, pero puede que sea lo que deseamos realmente. Entonces
recurrimos a lo fácil: ocultarnos detrás de la frase “no sé
qué pedirte”, esperando que la otra persona tome la iniciativa y
nos libere de la responsabilidad de decir las cosas que deseamos y
sentimos.
Esta frase, “no sé que pedir”, se
escuchó en varias ocasiones, pero también hubo peticiones que
salieron del alma, con mucha naturalidad, honestidad y sin miedos.
Seguiremos jugando a dar y pedir, pero
nos lo tenemos que trabajar un poco más. Tenemos cinco
sentidos. Os propongo que hagáis una lista de lo que le pediríais a
vuestra pareja imaginaria, empezando por aquellas cosas que tengan
que ver con el sentido del oído, luego con el de la vista, luego con
el del olfato, el del gusto y finalmente con el del tacto (que es el
más recurrido y el que triunfa).
Las
palabras son sonidos, los latidos del corazón son sonidos, la
respiración es sonido, los susurros son sonidos,… y pueden ser muy
sensuales. Esto para el sentido del oído, pero faltan otros cuatro….
Si somos un poco elegantes, si
actuamos con honestidad, sensibilidad, con un poco de originalidad,
sin adoptar poses, sabiendo pedir las cosas, con algo de buen gusto,…
es casi seguro que la mayor parte de las peticiones serán
aceptadas.
Todo un trabajito, ya nos damos cuenta…
¿Quién quiere jugar?