jueves, 31 de julio de 2014

REVISANDO CÓDIGOS


Cada día desde los poderosos y omnipresentes sistemas mediáticos intentan convencernos de cuáles son las cosas importantes que necesitamos para “alcanzar la felicidad”. Se trata de cosas materiales que debemos comprar, y que además debemos renovar constantemente. En esa carrera loca por conseguir esas cosas que creemos necesitar, hemos anestesiado algunos de nuestros instintos básicos, entre ellos el instinto erótico.
Es difícil, aunque no imposible, mantener el interés erótico en la pareja. Quizá alguien piense que la propuesta de tener que relacionarse íntimamente con “terceros” para mantener una relación satisfactoria con la propia pareja, es una contradicción, o quizá una aberración. Nosotros pensamos que es un recurso que ha demostrado su utilidad con resultados sorprendentes.

En la infidelidad se le otorga al amante lo que se le niega a la propia pareja, o bien se busca en el amante lo que nos niega la propia pareja. En una relación lúdica como la que proponemos aquí, no se le usurpa nada a la propia pareja, no hay clandestinidad ni engaño, se favorece la confianza del uno en el otro, se recuperan niveles de afectividad que se habían perdido. Pero no nos engañemos, para ello tiene que haber voluntad por las dos partes, y hay que hacer algún esfuerzo, cambiar algún chip.

Los códigos de comportamiento moral que rigen en nuestra “civilizada” sociedad, han sido escritos hace muchos siglos por personas e instituciones que han tenido un interés especial en regular y controlar las relaciones erótico-afectivas de las parejas. Sin embargo esos códigos no solucionan la realidad de una gran mayoría de esas parejas, y en consecuencia, la infidelidad, el engaño, la apatía erótica, la frustración, la renuncia a los placeres sensuales, el conformismo, son por desgracia muchísimo más frecuentes de lo deberían. ¿Por qué no revisar estos códigos que han dictado algunas instituciones, principalmente religiosas? El deseo de conocer íntimamente a otras personas fuera de la relación de pareja es algo muy común y no es antinatural. Pero la sociedad no considera “moral” vivir experiencias eróticas fuera de la pareja. Entonces solo nos queda la clandestinidad, con lo cual esas experiencias siempre serán prácticas “sospechosas”. Está en nuestra mano reivindicar una vida erótica más plena, ignorando, con todo el derecho, los códigos morales hipócritas, que fueron (y son) constantemente burlados y violados por quienes los crearon.

Acariciar, abrazar, besar, observar, sentir, mirar, oler, compartir, intimar, regalar y pedir, dar vida a fantasías grupales, a abrazos colectivos, a la afectividad compartida, … con la tranquilidad de que nadie le roba nada a nadie, y con la generosidad y el permiso mutuo de los dos integrantes de la pareja, naturalmente.

Lo que planteamos en nuestros talleres de sensualidad es una opción, una herramienta, para que se despierte el instinto erótico, para que vuelva a la vida, y con ello vuelvan la ternura, la sensualidad, la afectividad y el deseo a nuestra relación. Una vida erótica sana y creativa con nuestra pareja puede combatir los efectos destructivos de la rutina y devolvernos la ilusión que hemos ido perdiendo con los años.





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