Nos gustaría lanzar un aviso a
navegantes, puesto que hay un comportamiento que se ha dado a veces
en los encuentros de sensualidad y resulta desagradable. Nos
referimos al caso de aquellos hombres que cuando acuden con sus
parejas a un encuentro de tipo erótico (con mayores o menores
connotaciones sexuales), no les dicen a ellas “a donde las
llevan”, porque saben de sobra que ellas no aceptarían participar
en una actividad en la que la desnudez es evidente y el contacto
físico muy estrecho. Les ocultan datos importantes y camuflan la
realidad interesadamente, esperando que cuando se vean inmersas en la
actividad, ellas “entren por el aro”.
Pues no, ellas no “entran por el aro”
de esa manera, y hacen bien, porque no se trata de entrar por ningún
aro.
Hemos comprobado que para aquellas
parejas que no tienen una relación sana, acudir a un encuentro de
estas características es exponerse a una especie de radiografía en
la que se muestran sin ninguna duda las partes “enfermas” de la
relación: las desconfianzas, los celos, los egoísmos, los
rencores, las inseguridades…..
Ello no es malo, sino todo lo contrario. Después de vivir un
episodio de éstas características se ven obligados a enfrentarse a
ello. Y si todavía están en la fase en la que son capaces de
hablar, pueden encontrar un punto de partida para que la cosa cambie
a mejor. Si la relación de pareja está ya muy “quemada”
también puede ser un detonante que contribuya a provocar algún
tipo de ruptura.
Hace algunas semanas fui a visitar a una
psicóloga que hace unos años nos sirvió de gran ayuda a Mª Jesús
y a mí en una época en la que nuestro desencuentro era preocupante.
Cuando me vio se asustó, porque la primera idea que le vino a la
cabeza fue que venía a pedirle socorro de nuevo. Cuando le expliqué
que no se trataba de eso, sino que mi visita era porque había tenido
que hacer una gestión en el mismo edificio en el que ella trabajaba
(Diputación de Valladolid) se mostró aliviada. Se alegró cuando
le conté que estábamos en un momento dulce como pareja.
Evidentemente ella contribuyó en su día a ello. Le hablé de
nuestro proyecto de sensualidad y erotismo y la idea le gustó.
Incluso llegó a decir que lo consideraría como una opción para
recomendar.
No hemos vuelto a hablar, pero evidentemente su comentario me
ilusionó, aunque comprendo que lo de recomendar nuestro proyecto
desde su posición de terapeuta oficial es un tema delicado. Nosotros
no tenemos formación reconocida como psicólogos ni como sexólogos
(realmente no trabajamos con “sexo”), pero creemos que nuestros
encuentros ayudan a las personas en alguna medida. Digamos que somos
una especie de asociación de “amigos del erotismo” que organiza
actividades un poco “especiales” que pueden ser de utilidad para
algunas parejas.
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