Cada día desde los poderosos y
omnipresentes sistemas mediáticos intentan convencernos de cuáles
son las cosas importantes que necesitamos para
“alcanzar la felicidad”. Se trata de cosas materiales que
debemos comprar, y que además debemos
renovar constantemente. En esa carrera loca por conseguir esas cosas
que creemos necesitar, hemos anestesiado algunos de nuestros
instintos básicos, entre ellos el instinto erótico.
Es difícil, aunque no imposible,
mantener el interés erótico en la pareja. Quizá alguien piense que
la propuesta de tener que relacionarse íntimamente con “terceros”
para mantener una relación satisfactoria con la propia pareja, es
una contradicción, o quizá una aberración. Nosotros pensamos que
es un recurso que ha demostrado su utilidad con resultados
sorprendentes.
En la infidelidad se le otorga al
amante lo que se le niega a la propia pareja, o bien se busca en el
amante lo que nos niega la propia pareja. En una relación lúdica
como la que proponemos aquí, no se le usurpa nada a la propia
pareja, no hay clandestinidad ni engaño, se favorece la confianza
del uno en el otro, se recuperan niveles de afectividad que se habían
perdido. Pero no nos engañemos, para ello tiene que haber voluntad
por las dos partes, y hay que hacer algún esfuerzo, cambiar algún
chip.
Los códigos de comportamiento moral
que rigen en nuestra “civilizada” sociedad, han sido escritos
hace muchos siglos por personas e instituciones que han tenido un
interés especial en regular y controlar las relaciones
erótico-afectivas de las parejas. Sin embargo esos códigos no
solucionan la realidad de una gran mayoría de esas parejas, y en
consecuencia, la infidelidad, el engaño, la apatía erótica, la
frustración, la renuncia a los placeres sensuales, el conformismo,
son por desgracia muchísimo más frecuentes de lo deberían.
¿Por qué no revisar estos códigos que han dictado
algunas instituciones, principalmente religiosas?
El deseo de conocer íntimamente a otras personas fuera de la
relación de pareja es algo muy común y no es antinatural. Pero la
sociedad no considera “moral” vivir experiencias eróticas fuera
de la pareja. Entonces solo nos queda la clandestinidad, con lo cual
esas experiencias siempre serán prácticas “sospechosas”. Está
en nuestra mano reivindicar una vida erótica más plena, ignorando,
con todo el derecho, los códigos morales hipócritas, que fueron (y
son) constantemente burlados y violados por quienes los crearon.
Acariciar, abrazar, besar, observar,
sentir, mirar, oler, compartir, intimar, regalar y pedir, dar vida a
fantasías grupales, a abrazos colectivos, a la afectividad
compartida, … con la tranquilidad de que nadie le roba nada a
nadie, y con la generosidad y el permiso mutuo de los dos
integrantes de la pareja, naturalmente.
Lo que planteamos en nuestros talleres
de sensualidad es una opción, una herramienta, para que se
despierte el instinto erótico, para que vuelva a la vida, y con
ello vuelvan la ternura, la sensualidad, la afectividad y el deseo a
nuestra relación. Una vida erótica sana y creativa con nuestra
pareja puede combatir los efectos destructivos de la rutina y
devolvernos la ilusión que hemos ido perdiendo con los años.