Nuestro último encuentro: muchos juegos, sauna, spa, hidratar
bien todo el cuerpo, masaje…
Disfruté
jugando como una niña: comunicándonos sin palabras, con el dedo haciendo de
tiza y la espalda por pizarra; aromas a vainilla, canela… siguiendo el rastro de
las especias, olfateando otros cuerpos; buscando los tres granitos de arroz
–suavecito que no caigan- …
Y
al final, tod@s sentad@s, a compartir nuestras vivencias. Es una parte más del
encuentro y más valiosa de lo que pueda parecer. Una manera de “cerrar” la
sesión, para expresarme con sinceridad y desde mi propia experiencia.
Aquí
también puede asomar el miedo al qué dirán, a… El caso es que me sentí un tanto
vacía al ver que, en vez de expresar nuestra vivencia en primera persona, la
conversación derivó hacia teorías, ideas, lo que pensamos respecto a educación,
sociedad, etc. También estaba con sueño y cansada, y dejé pasar la oportunidad
de invitaros a centrarnos en nuestr@s sensaciones, incomodidades, sorpresas…
Al
atrevernos a contar cómo "me he sentido" sincera y llanamente salimos td@s
ganando.
María
Jesús
Ya sabes para qué sirven las teorías :-)
ResponderEliminarPara... ¿pasárnoslas por el forro, Ileana?
ResponderEliminarDesde luego estoy con MJosé ( que es la que ha escrito este post) en que es mucho más interesante la reflexión si la hacemos mirando hacia adentro y no hacia afuera.
Si lo quieres decir así... En realidad sirven, como cuando hablamos del tiempo, para evitar hablar de lo importante!
ResponderEliminarLo sé porque he sido muy teórica. :-)