Mafalda
trabaja en la biblioteca municipal. Me fijé en ella un lunes. Llovía
a cántaros. Yo acababa de pedir en préstamo un libro titulado
“Juegos eróticos de salón”. Cuando hubo realizado los trámites
del préstamo y extendió su mano para darme el libro, me dedico una
sonrisa encantadora y me advirtió que se estaba formando un charco
en torno a mi paraguas. Me cautivó su manera dulce de reñirme.
Desde ese día siempre procuro que sea ella la que me atienda. Es
elegante, un pelín coqueta, lo justo,…muy atractiva. Creo que está
empezando a darse cuenta de me gusta.
Tatiana
tiene una tienda de mascotas. Es rubia, seguramente teñida, lleva el
pelo encantadoramente alborotado. Su vestimenta básica consiste en
camiseta, un amplísimo repertorio de minifaldas y sandalias romanas.
Después de observarla disimuladamente decenas de veces a través de
las jaulas de gatitos, perritos y pececitos, un día por fin, me
decidí a abordarla. Hice acopio de valor, respiré hondo, entré en
la tienda y con un aire de autosuficiencia que me sorprendió, le
solté las palabras mágicas: “necesito
urgentemente…….un spray antipulgas”. Ella me miró de arriba
abajo y me dijo: “los que tengo son para perros”. En ese momento
me sonó el móvil. Salí de la tienda rojo como un tomate maduro.
Me
gustaría irme a la ducha Mafalda y Tatiana,
enjabonarnos
a discreción,
sin
prisas,
mientras
nos regalamos miradas cómplices,
sonrisas
pícaras,
palabras
amables…
Hacernos
cosquillas,
turnarnos
para estar en el medio...
Dejar
que el agua se lleve la desconfianza, los recelos, los prejuicios.
Que
sólo importe el momento, que no haya otras expectativas….
Y
si no es mucho pedir….
…..que
me dejen robarles algún beso.
¿Y esa música? Me he trasladado en el tiempo, back to the 80s y luego al 1600.
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