Mucha gente me
escribe interesándose por una cuestión:
¿Hasta dónde llegamos en
nuestros experimentos?¿Hay límites?¿Hay sexo?
Es
difícil decir en qué momento una caricia, un abrazo, un roce, se
convierten en sexo. Hay personas que lo consideran sexo si detrás
de esa caricia, abrazo o roce, hay deseo y excitación. Para otros no
hay sexo si no hay penetración. Acariciar los genitales de una
persona sin intención masturbatoria, ¿es sexo?. Y si no hay
intención masturbatoria, pero la persona acariciada tiene un
orgasmo, ¿es eso sexo?
Quizá
sea mejor despreocuparse por saber si hay sexo o no hay sexo.
Sin
embargo me parece importante aclarar que la idea de erotismo y
sensualidad que aquí perseguimos, es la de paladear, recrearse... Ser
consciente de la importancia que tiene que una mano desconocida
recorra nuestra espalda sin prisa, juguetona, que luego baje hasta
acariciarnos las nalgas, con amabilidad, con mimo, que se atreva
luego a aventurarse entre nuestras piernas y a rozar levemente
nuestros genitales, para subir por el vientre hasta el pecho y el
cuello, mientras nuestras manos a su vez, intentan averiguar quién
esa misteriosa persona que nos “habla” con tanta confianza,(ya sabéis que solemos experimentar con los ojos vendados) mientras olemos su piel desconocida y vamos pasando de tratarnos de
“Vd” a tratarnos de “tú”, mientras nos vamos descubriendo,
tanteando, …ganando su confianza, mientras vamos venciendo nuestros
miedos, hasta fundirnos en un abrazo en el que la sensualidad y la
afectividad se confunden.
Lo
normal es pensar que esa sucesión de acontecimientos tiene que
conducir irreversiblemente a la penetración, con su correspondiente
orgasmo. Bueno, si las cosas
se desarrollan así, porque así lo han decidido las personas que
están implicadas, nos alegraremos por ellos. Pero permitidme que
utilice una metáfora para intentar explicar otra visión del tema.
Un catador de vino saborea, paladea, analiza y se recrea en las
sensaciones que le transmite una pequeña cantidad de vino que
retiene en el paladar. Esta operación la puede repetir tantas veces
como quiera, apreciando y disfrutando la diferencia entre un vino y
otro. Lo que no hará nunca es beberse la botella de un trago y
perder el control, no caerá en la glotonería, no perderá el gusto
por los detalles, no permitirá que su mente se embote, porque
entonces ya le darán igual los detalles, y no apreciará los
refinamientos y las diferencias.
Sustituyamos
el vino por la piel de una o varias personas desconocidas a quienes
queremos conocer, olfatear, saborear, retener en la memoria.
Degustemos las diferentes texturas de la piel, la diferencia de
temperatura, las diferentes maneras de respirar, encontremos esa
zona que provoca alteraciones en la respiración de la otra persona,
comprobemos como nos busca con las manos temblorosas, dilatemos el
momento, hagamos que dure eternamente, que no sea tan importante esa
explosión con la que todo se acaba, no nos pongamos como meta el
orgasmo.
Si ha de llegar, ….llegará.
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