domingo, 5 de enero de 2014

¿CON O SIN ORGASMO?



Mucha gente me escribe interesándose por una cuestión: 
 ¿Hasta dónde llegamos en nuestros experimentos?¿Hay límites?¿Hay sexo?
Es difícil decir en qué momento una caricia, un abrazo, un roce, se convierten en sexo. Hay personas que lo consideran sexo si detrás de esa caricia, abrazo o roce, hay deseo y excitación. Para otros no hay sexo si no hay penetración. Acariciar los genitales de una persona sin intención masturbatoria, ¿es sexo?. Y si no hay intención masturbatoria, pero la persona acariciada tiene un orgasmo, ¿es eso sexo?
Quizá sea mejor despreocuparse por saber si hay sexo o no hay sexo.
Sin embargo me parece importante aclarar que la idea de erotismo y sensualidad que aquí perseguimos, es la de paladear, recrearse... Ser consciente de la importancia que tiene que una mano desconocida recorra nuestra espalda sin prisa, juguetona, que luego baje hasta acariciarnos las nalgas, con amabilidad, con mimo, que se atreva luego a aventurarse entre nuestras piernas y a rozar levemente nuestros genitales, para subir por el vientre hasta el pecho y el cuello, mientras nuestras manos a su vez, intentan averiguar quién esa misteriosa persona que nos “habla” con tanta confianza,(ya sabéis que solemos experimentar con los ojos vendados) mientras olemos su piel desconocida y vamos pasando de tratarnos de “Vd” a tratarnos de “tú”, mientras nos vamos descubriendo, tanteando, …ganando su confianza, mientras vamos venciendo nuestros miedos, hasta fundirnos en un abrazo en el que la sensualidad y la afectividad se confunden.
Lo normal es pensar que esa sucesión de acontecimientos tiene que conducir irreversiblemente a la penetración, con su correspondiente orgasmo. Bueno, si las cosas se desarrollan así, porque así lo han decidido las personas que están implicadas, nos alegraremos por ellos. Pero permitidme que utilice una metáfora para intentar explicar otra visión del tema. Un catador de vino saborea, paladea, analiza y se recrea en las sensaciones que le transmite una pequeña cantidad de vino que retiene en el paladar. Esta operación la puede repetir tantas veces como quiera, apreciando y disfrutando la diferencia entre un vino y otro. Lo que no hará nunca es beberse la botella de un trago y perder el control, no caerá en la glotonería, no perderá el gusto por los detalles, no permitirá que su mente se embote, porque entonces ya le darán igual los detalles, y no apreciará los refinamientos y las diferencias.
Sustituyamos el vino por la piel de una o varias personas desconocidas a quienes queremos conocer, olfatear, saborear, retener en la memoria. Degustemos las diferentes texturas de la piel, la diferencia de temperatura, las diferentes maneras de respirar, encontremos esa zona que provoca alteraciones en la respiración de la otra persona, comprobemos como nos busca con las manos temblorosas, dilatemos el momento, hagamos que dure eternamente, que no sea tan importante esa explosión con la que todo se acaba, no nos pongamos como meta el orgasmo.

Si ha de llegar, ….llegará.

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