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jueves, 3 de octubre de 2013

FLOR DE LOTO

Los relatos eróticos y las  fantasías eróticas, son  frecuentes en un blog que trata sobre erotismo. Hay personas capaces de escribir excelentes relatos, de  una alta calidad literaria, un exquisito refinamiento, y una asombrosa capacidad para describir situaciones “calientes”, en las que a muchos nos gustaría vernos implicados.
Lo que viene a continuación no es un relato de ficción, no es una fantasía incumplida.  Es algo que  ha ocurrido otras veces, y ocurrió de nuevo el domingo 29 de septiembre. Un grupo de personas de distinta procedencia se reunieron  en una pequeña y  tranquila ciudad castellana. Una mujer joven   es la protagonista de este relato. Ella desea que su nombre real no figure  en  el relato, y prefiere  aparecer como Flor de Loto.



Flor de Loto se había enrolado en una excitante aventura sensual, que tendría lugar en la tarde de  ese domingo de otoño. Había hecho algunas averiguaciones, las suficientes para llegar a la conclusión de que aquella extraña propuesta  que había visto en internet podía permitirle vivir  una grata experiencia. Pero no podía evitar estar nerviosa, sin duda era algo muy especial, algo que no se hace todos los días, algo que ninguna persona que ella conociera había hecho antes.
Se presentó en el lugar indicado a la hora indicada. Fue recibida por una persona que la condujo  hasta una sala en la que la temperatura invitaba a quitarse la ropa, pero solo le indicaron que se quitase los zapatos. La iluminación era escasa, olía a incienso aromático y en el equipo de música sonaba “The folks who live on the hill”, interpretada por la sensual Diana Krall. Poco a poco fueron llegando  otras personas, algunas se conocían entre ellas, otras no se habían visto nunca antes. Sin mucho protocolo, alguien propuso un juego  para romper el hielo. En cuestión de unos minutos todos correteaban  por la sala  intentando evitar que, “el que se la quedaba”, les colocase un osito de peluche en la barriga. La manera de zafarse, además de correr, era abrazarse a la persona  que estuviese más cerca. Se sorprendió cuando se vio abrazada a hombres  y mujeres a los que no conocía de nada. Todos actuaban con la misma naturalidad. El calor y el agitado ejercicio provocaban  sofocos, y alguien propuso quitarse algo de ropa. Ella dudó y prefirió seguir como estaba, pero pasados unos minutos,  decidió que le sobraba algo de ropa, y se quitó la camiseta y el pantalón, como habían hecho otros. Alguien propuso terminar con el juego y  les pidió que se vendasen los ojos, que se desnudasen  y que permaneciesen así, de pie en la sala, en el lugar que cada uno hubiera elegido. La perspectiva de perder la poca ropa que le quedaba, no debió preocuparle mucho a Flor de Loto , teniendo  en cuenta que todo el mundo tenía los ojos vendados. Una persona  se situó en el centro de la sala, también con los ojos vendados, y les dijo que tenían que caminar todos hacia él, hasta conseguir tocarle. Hablaba constantemente, para que pudiesen orientarse por el sonido de su voz. Poco a poco todos se fueron situando alrededor de la persona que les hablaba, y éste les distribuyó unos frasquitos con aceite de almendras dulces, perfumado con esencia de romero. Luego eligió al azar a alguien del grupo para que se colocase en el centro del círculo. La consigna era embadurnar  a discreción entre todos el cuerpo del elegido o elegida. Mientras un montón de manos  traviesas recorrían su cuerpo de norte a sur, de babor a estribor, la persona que estaba situada en el centro del círculo, no podía ni quería disimular el placer  que sentía, cuando más de una docena de manos “curiosas” reconocían su rostro, se deslizaban por sus brazos, serpenteaban por sus piernas, recorrían su espalda, jugueteaban por su pecho, acariciaban sus nalgas…                                                                                                                                                            Hubo alguien que   dudó cuando le llegó el turno de estar en medio de la vorágine de manos  juguetonas. Se le ofreció la posibilidad de no participar, pero se le animó a perder el miedo y dejarse llevar. Así lo hizo  y participó como los demás. Uno a uno, todos ocuparon el centro del círculo y fueron embadurnados y masajeados, todos pasaron  por éste y por otros “suplicios” peores. Hubo una variante de éste juego que alguien bautizó como “manos libres”. Con estos y otros entretenimientos  parecidos fueron pasando algo más de dos horas, en las que no tenía importancia la edad, el sexo, la estatura, el nombre, ni la condición de ser el “marido de”, ni “la mujer de”. Lo importante era dejarse llevar, sentir, actuar con generosidad,  ser receptivo, imaginativo, dejar que la piel de cada uno hablase a los demás.
Terminada la sesión, se sentaron en el suelo a comentar cómo lo había vivido cada uno, indagaron si alguien se había sentido incómodo, si alguien se había sentido invadido. Se habló de excitación, de erecciones, de deseo, de represiones, y sobre todo se habló de repetir la experiencia.