PRELUDIO
Transportes Montoya era una referencia
en el sector de transportes de mercancías por carretera en Palencia.
Su propietario, Francisco Montoya había consolidado una sólida y
solvente empresa, empezando solamente con un camioncillo
desvencijado y echándole horas como un poseso. La empresa era un
éxito, pero había desatendido a la familia. Irene, su mujer, le
había dejado, y su hijo, a quien no veía desde hacía años, no
daba señales de vida ni para pedirle dinero. Para colmo, llegó lo
del infarto..
Durante su estancia en el hospital su hijo le
visitó. En el fondo era un buen chico. Le contó que la mujer de sus
sueños le había engañado con su mejor amigo. Hicieron las paces.
Su padre, conmovido y emocionado con el reencuentro, le insinuó la
posibilidad de que él se hiciera cargo de la empresa. Por primera
vez en muchos años Paco Montoya tuvo tiempo para pensar. Las cosas
no iban a ser igual cuando él saliera de allí, si es que salía.
SCHERZO
Francisco Montoya publicó el siguiente
anuncio en la sección de amistad de una página de contactos:
Hechizado
“Soy un joven de 30 años, pelo castaño, ojos claros,
labios carnosos, hoyuelo en el mentón, 1m. 84cm de estatura, cuerpo
atlético, no fumador, muy solvente. He sido hechizado por una bruja
que me ha encerrado en el cuerpo de un hombre de casi sesenta, calvo,
velludo y con barriga. Este hechizo solo se puede deshacer si una
joven y exuberante mujer, accede a regalarme una
sincera noche de amor. No es seguro que funcione, pero si funciona,
compartiré con ella todo lo que poseo.”
MODERATO
Cuando Charo, 28 años, leyó el
anuncio experimentó una sensación de estupor y admiración por
semejante cara dura. Mientras se cepillaba los dientes se partía de
risa y no paraba de decir, ”joder, ¡qué jeta el tío ese!”.
Al día
siguiente, al regresar del supermercado en el que trabajaba, encendió
el ordenador para ver el correo. No supo muy bien cuál fue el
mecanismo que hizo que de nuevo se encontrase en la página de
contactos escribiendo en el buscador “Hechizado”. Mientras
saboreaba unas fresas con nata empezó a hablar sola:
¡No lo harás! -¡Sí lo haré! - Estás perdiendo aceite, nena. -Es posible, pero ya estoy harta de esperar al príncipe azul…quizá no me importe que sea un príncipe un poco “verde”.
Charo sabía que en el fondo hablaba en broma. Jamás se había planteado entregarse a nadie por dinero, pero se propuso contestar a ese Don Juan cara dura. Y si él a su vez le respondía, decidiría lo qué haría en función de la originalidad de la respuesta de éste.
Ella le escribió: “Hola, soy una joven y exuberante morena interesada en tu anuncio. Como supongo que tendrás una cola enorme de candidatas para deshacer el hechizo, te pido que me pongas al menos en lista de espera. Besos Charo”. La respuesta de él no tardó en llegar: “Hola Charo, en efecto tengo una lista de aspirantes que ocupa dos folios, pero he decidido saltarme las normas, y voy a empezar por la última, que eres tú. ¿Tienes algo que hacer éste viernes?. Te invito a cenar. Besos Paco” . Charo reconoció que había sido desarmada por la respuesta fresca e ingeniosa del misterioso desconocido y empezó a hablar sola otra vez. –Bueno listilla, ¿y ahora qué?. ¿Vas a ir a esa cita? Charo revisó su vida en un instante. De pequeña le atraía mucho el teatro. La perspectiva de poder desempeñar el papel de “rompedora de hechizos” le pareció divertida, pero tenía muy claro que lo de hacer el amor con ese tío, ¡ni de coña!. Acudiría a la cita y se mantendría alerta para no caer en la trampa, cuando él le dijera eso de ¿te vienes a mi casa a tomar algo?. Así que le respondió: -“Me parece bien lo de la cena. Tú dirás dónde y a qué hora” -“A las nueve en el restaurante Pontevecchio” , respondió él. -“Allí estaré”, contestó Charo.
¡No lo harás! -¡Sí lo haré! - Estás perdiendo aceite, nena. -Es posible, pero ya estoy harta de esperar al príncipe azul…quizá no me importe que sea un príncipe un poco “verde”.
Charo sabía que en el fondo hablaba en broma. Jamás se había planteado entregarse a nadie por dinero, pero se propuso contestar a ese Don Juan cara dura. Y si él a su vez le respondía, decidiría lo qué haría en función de la originalidad de la respuesta de éste.
Ella le escribió: “Hola, soy una joven y exuberante morena interesada en tu anuncio. Como supongo que tendrás una cola enorme de candidatas para deshacer el hechizo, te pido que me pongas al menos en lista de espera. Besos Charo”. La respuesta de él no tardó en llegar: “Hola Charo, en efecto tengo una lista de aspirantes que ocupa dos folios, pero he decidido saltarme las normas, y voy a empezar por la última, que eres tú. ¿Tienes algo que hacer éste viernes?. Te invito a cenar. Besos Paco” . Charo reconoció que había sido desarmada por la respuesta fresca e ingeniosa del misterioso desconocido y empezó a hablar sola otra vez. –Bueno listilla, ¿y ahora qué?. ¿Vas a ir a esa cita? Charo revisó su vida en un instante. De pequeña le atraía mucho el teatro. La perspectiva de poder desempeñar el papel de “rompedora de hechizos” le pareció divertida, pero tenía muy claro que lo de hacer el amor con ese tío, ¡ni de coña!. Acudiría a la cita y se mantendría alerta para no caer en la trampa, cuando él le dijera eso de ¿te vienes a mi casa a tomar algo?. Así que le respondió: -“Me parece bien lo de la cena. Tú dirás dónde y a qué hora” -“A las nueve en el restaurante Pontevecchio” , respondió él. -“Allí estaré”, contestó Charo.
ALLEGRETTO
El restaurante Pontevecchio era uno de
esos lugares en los que se está muy a gustito. Acogedor,
confortable, cálido. El techo era bajo y las paredes, onduladas y
sin aristas, estaban decoradas con frescos de motivos campestres.
Además el personal era de lo más atento. La guinda la ponía un
trío de jazz que tocaba agradables melodías de los años 40. Charo,
fiel a su estilo, llevaba el pelo suelto, un vestido blanco de
tirantes, sandalias y unos pendientes que le daban un aire de
“bruja-misteriosa-rompehechizos”. Se había puesto unas gotas de
Eau de Rochas. Él lo notó enseguida. “Era el perfume de Irene”,
le dijo.
Para cenar él le recomendó ensalada de aguacate con
gambas y Rissotto con Funghi. Cenaron, charlaron amigablemente, se
rieron, ..
El tal Paco no
parecía mala persona, se le veía contento, pero tenía la mirada
triste. . Le contó que no había vuelto a ese
restaurante desde que Irene le dejó, hacía ya doce años. Le
confesó que la ensalada de aguacate y gambas era la preferida de su
ex. A los postres Charo empezó a evadirse de la conversación,
pensando en cómo haría para zafarse de lo que se le venía encima.
Le preguntó, bromeando qué era lo que había hecho para que una
bruja le hechizase, y él le respondió que había sido hechizado
por haber sobrepasado el nivel de estupidez. Charo empezó a
ablandarse….Se lo pensó un rato antes de soltar la pregunta, pero
la soltó: “Entonces, ¿ahora querrás que vayamos a tu casa a
hacer el amor?”
“No mi niña, no quisiera estropear una noche tan especial,
pero si me dejas, te acompaño a casa caminando”, respondió Paco,
invadido por la melancolía.
ANDANTE MAESTOSSO
El paseo fue agradable. Palencia es una
ciudad con muchas zonas verdes. Caminaron por la orilla del rio
Carrión. Charo sentía que estaba tomando cariño a ese cara dura,
que resultó ser un pobre hombre, al que le pesaba haber
desperdiciado los últimos treinta años de su vida. Llegaron al
portal, en la calle Labradores. Él le dio las gracias por haberle
concedido esa noche de lujo. Ella le preguntó: “¿Qué pasa con el
hechizo, Paco?”.
No hubo palabras, pero sí hubo respuesta, (…hay miradas que lo
dicen todo). Ella le dijo:
“El caso es que, estaba pensando invitarte a que subieras a tomar
algo , ..pero supongo que estarás cansado…
ALLEGRO DRAMATICO
Francisco Montoya había olvidado el
sabor del sexo de una mujer, el aroma de unas axilas en
celo, la suavidad de una piel amistosa, la palpitante humedad de unos
labios agradecidos, la calidez de unos brazos amorosos, …y la
voracidad de una sirena de río. Mientras vivía el éxtasis, vio
pasar toda su vida ante él.
Eran
demasiadas emociones para un corazón maltrecho. El infarto fue
fulminante.
CODA
Sonó el timbre.
Cuando Charo abrió la puerta se encontró con un hombre atlético
de unos 30 años, algo más de un metro ochenta, pelo castaño, ojos
claros labios carnosos y un hoyuelo en el mentón.
¿Buscas a
alguien?, preguntó ella.
La respuesta de él fue:
“Me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a
mi padre,…..”
(Falta el final.
Yo ya tengo pensado uno, pero puede haber otros…..
¿Alguien se anima a terminar este
relato ?)
¿Prepárate a morir?, Contesta Charo con sorna. Si ese es el caso, te has equivocado de personaje, yo, puestos a escoger, elijo ser la protagonista de mi película y soy la princesa que te prometieron. Ahora dime tu nombre real.
ResponderEliminarFran, balbucea Montoya hijo. En realidad vengo a preguntarte por la verdadera historia, porque me han contado que mi padre murió de un infarto en tus brazos y estoy entre incrédulo y pasmado.
Pasa, dice Charo con una sonrisa, viendo ante sí al príncipe azul del anuncio de contactos, espero que después de mi relato lo comprendas todo.
Estaba claro, tenía que acabar bien...¡Gracias guapa!
ResponderEliminar